Como es de público conocimiento, la Corte de Apelaciones de Concepción acogió un recurso de protección y ordenó tomar medidas para que los constantes ladridos de un perro no generaran problemas a la integridad de una adulta mayor, en Hualpén.
Este resultado da cuenta en general del contenido de la Ley de Tenencia Responsable, y en el caso en particular, la persona aludida aseguró en diversos medios que llevará a la Corte Suprema la discusión.
Sobre esto, veterinarios y un abogado experto, coincidieron en el argumento que tanto la seguridad de las mascotas, como la buena convivencia de éstas con su entorno, son exclusiva responsabilidad del tutor.
Extrapolando este conflicto a lo que contiene la ley al respecto, Alfonso Henríquez, académico de la Facultad Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción, indicó que “efectivamente los ruidos constantes producidos por una mascota pueden afectar la integridad psíquica de una persona y su derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación (acústica). Además, y este es un punto importante, al tratarse de una persona de edad avanzada, dichas garantías deben ponderarse de manera especial, dado que es una persona parte de un grupo vulnerable”.
La ley de tenencia responsable de mascotas, impone al dueño o tenedor la obligación de adoptar todas las medidas necesarias para evitar que la mascota o animal de compañía cause daños a terceros, estableció el académico. “Esto supone, por ejemplo, el deber de evitar que genere molestias, ruidos excesivos o daños a terceros”, detalló.
Específicamente el caso supone una situación en la que se argumentó que los ladridos cumplían con ciertas condiciones de habitualidad e intensidad.
“Si nos centramos ahora en el animal, el dueño de una mascota tiene el deber de brindarle cuidados adecuados, de forma que la existencia de un perro que ladra de manera constante quizás revele una falencia en ese aspecto”, determinó el académico.
Finalmente, Henríquez describió sobre el contenido del fallo, la expresión “violencia sorda”, y comentó que en la forma como es utilizada por la Corte, alude a una forma de violencia no física y no visible. “Pero persistente y continua, que puede afectar gravemente la calidad de vida de una persona”, precisó.
El académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales UdeC, respecto al fallo unánime de la Corte de Apelaciones penquista, comentó que “en Chile no existe el sistema de precedente de la forma en cómo se entiende en otros ordenamientos”. Pero sí, este caso, podría significar que en el futuro este mismo criterio sea utilizado y aplicado por otros tribunales, también desarrollado por los académicos o abogados para futuros casos.
Medicina veterinaria
Lukas Castillo, subdirector del Hospital Clínico Veterinario de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Concepción, señaló que “las personas que tienen una mascota frente a la convivencia con los vecinos, primero, por la normativa debe estar inscrito a través de un chip ingresado al Servicio Nacional de Mascotas. Por lo tanto, existe una responsabilidad si es que una mascota lesiona, daña o altera el ambiente de una persona”.
Respecto al ladrido constante, comentó que “pueden ser varios factores, pero uno de los más importantes está directamente asociado al estrés. El canino, tiende a responder de cierta forma al estrés, con conductas estereotipadas que son conductas repetitivas en el tiempo y que no tienen una causa de base aparente. En esos casos requiere de un manejo etológico, es decir, buscar la causa de porqué el paciente se encuentra alterado y tratar la causa de base”.
En tanto, María Paz Cataldo, vocera del Consejo Regional del Biobío del Colegio Médico Veterinario de Chile (Colmevet), afirmó que “la Ley Nº 21.020 sobre Tenencia Responsable de Mascotas y Animales de Compañía, establece que la persona que tiene una mascota no solo es responsable de su bienestar, sino también de los efectos que su presencia y comportamiento puedan generar en la comunidad”.
En ese sentido, explicó que “la ley establece que el tenedor de una mascota es legalmente responsable de ella, lo que implica el deber de adoptar todas las medidas necesarias para evitar daños o molestias a terceros”.
Cataldo, puntualizó que la legislación impone obligaciones concretas, entre ellas, la identificación e inscripción obligatoria de las mascotas, el adecuado control del animal en espacios públicos o comunes mediante el uso de correa, arnés u otras medidas de seguridad, y la recolección con disposición correcta de sus desechos. “Asimismo, exige prevenir situaciones que puedan alterar la tranquilidad del entorno, como ruidos excesivos o comportamientos reiterados que afecten el descanso”, declaró.
Desde la perspectiva de Ana Francisca Soto, secretaria de la Comisión Nacional de Tenencia Responsable de Mascotas de Colmevet y etóloga clínica, un perro que ladra constantemente no simplemente tiene una mala conducta, lo que suele estar reflejando es algún problema latente con su bienestar.
“El ladrido excesivo es una forma de comunicación, puede estar asociado a estados emocionales como ansiedad, miedo, frustración o estrés crónico. Con frecuencia se relaciona con ambientes poco predecibles, largas horas en soledad, escaso enriquecimiento ambiental (aburrimiento), déficits de estimulación social o física, o dificultades en el manejo por parte de los tutores”, comentó la etóloga. En otro aspecto, indicó que, es fundamental descartar causas médicas, puesto que el dolor o algún tipo de malestar físico, pueden ser los que influyen en esta conducta.
Para tener un mejor relación entre el animal y su entorno, incluyendo los vecinos, según Soto, eso puede ser resuelto desde la etología clínica, comprendiendo que la conducta es reflejo de la interacción entre el individuo y su ambiente. “Esto requiere adaptar los entornos a las necesidades conductuales y emocionales de cada animal, promover rutinas predecibles, espacios seguros y enriquecidos, y fomentar interacciones humano–animal basadas en el respeto y la lectura adecuada de las señales conductuales”, explicó.
En este aspecto, la educación de los tutores es clave, según la experta, ya que una vez que las personas entienden cómo y por qué se comportan los animales se reducen los conflictos. “Mejora el bienestar y se fortalecen los vínculos”, apuntó.