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Más allá del bienestar en el presente: salud mental materna

Diario Concepción
Fotografía: Cedida
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Ilusión, felicidad, amor, cuidado. Son conceptos con los que idealmente se asocian el embarazo y nacimiento. Pero, aparecen la preocupación, nerviosismo, miedo, angustia o agobio. Son sensaciones normales ante cambios y desafíos como son la gestación y maternidad tanto a nivel biológico como psicosocial, sea o no primer hijo por ser particular cada proceso e individuo, que requieren una adaptación que puede ser más o menos fácil y rápida según cada caso.

Entonces, de lo normal puede irse a lo patológico, aparece el riesgo de depresión que siempre debe atenderse y tratarse para reducir consecuencias que pueden ser complejas y trascendentes.

Así releva la doctora Patricia Rubí, psiquiatra de adultos y académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC), enfatizando que el periodo de embarazo y postnatal son de gran vulnerabilidad para las mujeres que impacta en su bienestar integral y de su bebé, presente y futuro, por lo que es una necesidad vital su cuidado. Algo que se busca concientizar con el Día Mundial de la Salud Mental Materna que fue el 7 de mayo, de cara al Día de la Madre que Chile celebra este domingo 11.

¿Normal o depresión?

La especialista explica que en el periodo perinatal ocurren múltiples cambios hormonales, fisiológicos y social para que tanto el organismo como las dinámicas permitan recibir al bebé, amamantar, maternar. Se vuelven factores naturalmente estresantes que aumentan la sensibilidad. Especialmente crítico tras el parto y nacimiento, que genera una abrupta transformación para la vida cotidiana.

“Por ejemplo, en el postparto disminuyen bruscamente hormonas como estrógeno y progesterona, y hay modificación importante del nivel de cortisol en sangre. También hay cambios físicos y exigencias de la maternidad”, detalla. Y se suman los estresores sociales de cada caso o la presencia de alguna enfermedad.
En este contexto resalta que tras dar a luz la mayoría vive un acotado cuadro de disforia o tristeza postparto, también se conoce como “baby blue”. Un periodo emocional que experimenta cerca del 80% de las puérperas, ocurre tempranamente y es breve, desde el tercer día postparto y como máximo dos semanas. “Es súper normal que mamás se sientan muy emotivas, angustiadas, con llanto e incluso con ánimo depresivo, pero es autolimitado en el tiempo y se pasa solo”, plantea la doctora Rubí.

“Quienes realmente se deprimen son del 15 al 20%, que es una cifra mayor que la población general”, advierte.

La depresión periparto abarca el embarazo y se manifiesta hasta al primer mes tras el nacimiento. “Se entiende que la mayoría de las mujeres que cursan con depresión postparto han empezado sus síntomas en el embarazo”, precisa la psiquiatra.

El criterio diagnóstico es que se cumplan los tres síntomas principales de todo cuadro depresivo: anhedonia (incapacidad para experimentar placer en actividades que antes se disfrutaban), cansancio y ánimo bajo (niveles que interfieran con el desenvolvimiento y calidad de vida). Y se pueden alterar ritmos biológicos como sueño y apetito.

Riesgo y alerta

La doctora Rubí releva que la depresión es multicausal, diversos factores se combinan para aumentar el riesgo de desarrollo en medio de una etapa crítica de cambios.

“Un factor de riesgo principal es el antecedente de episodios depresivos previos”. También hay más prevalencia en quienes viven en condiciones de vulnerabilidad social, madres adolescentes, multíparas (múltiples hijos), y embarazos no deseados.

Ante mujeres con dichos antecedentes enfatiza el llamado a tener más alerta para buscar, pesquisar y tratar a tiempo la depresión, reduciendo consecuencias y efectos. Mientras en familias y entornos deben atender, validar y apoyar a gestantes y puérperas que presenten y/expongan sintomatología, temores, preocupaciones o dificultades, para cuidar su bienestar y de la persona en desarrollo.

Depresión perinatal: alteración al vínculo que puede dañar a futuro

La depresión, como merma el bienestar de la mujer, afecta la diada con su bebé y puede tener implicancias graves y a largo plazo.
“Con la depresión se ve principalmente alterado el vínculo con el bebé: disminuyen los momentos de sintonía y encuentro entre mamá e hijo, la mamá es menos sensible a señales del hijo, niños empiezan a tener alteraciones en su comunicación con madres, mamás perciben al bebé de manera más negativa y difíciles de tratar. Ahí empiezan a haber consecuencias negativas en el vínculo que alteran después el desarrollo infantil”, advierte la psiquiatra y académica UdeC Patricia Rubí.

En consecuencia, expone que evidencias muestran que hay menor contacto visual de estos bebés, baja frecuencia de afectos positivos, e incluso podría haber mayor incidencia de niños y niñas con bajo CI y problemas conductuales.

Periodo primal

Por eso “la salud mental materna no se puede pensar en la exclusividad de la madre”, releva la matrona especialista en perinatología y salud mental Yolanda Contreras, académica de la Facultad de Medicina de la UdeC donde dirige el Diplomado en Salud Primal, área de la epidemiología y sobre todo paradigma que debe comprenderse e integrarse para criar niñeces y crear comunidades sanas: aborda los efectos a largo plazo que tienen las condiciones del primer periodo de la vida, también el más crítico.

La investigadora explica que desde la epidemiología la salud primal se enfoca en la gestación, nacimiento y primer año de vida. Pero como paradigma va más allá, y plantea que es crucial que se aborde desde la concepción, e incluso antes para llevar una gestación y maternidad -también paternidad- lo más saludable posible, hasta los tres primeros años de vida, que es la primera infancia, cuando se establecen las más profundas bases neurobiológicas, psicológicas, emocionales y sociales.

“La salud primal es una forma de mirar este primer periodo de la vida donde definitivamente hay resultados a largo plazo”, manifiesta.
Entonces, el estado de salud integral de la madre, con sus estilos y calidad de vida, juegan un rol clave para las condiciones en las que gesta, da a luz, amanta y materna, es decir, en el periodo y salud primal de su bebé. La académica explica que los efectos se dan tanto en protección como riesgo de enfermedades físicas, como en aspectos mentales y afectivos.

“Por ejemplo, en la salud primal entra la programación fetal, donde se asocian condiciones de la placenta y la nutrición intrauterina al riesgo de enfermedades metabólicas o cardiovasculares a futuro”, advierte.

Mientras, la forma en que se dan el apego y vínculos primarios entre madre e hijo -y con el padre si está- son cruciales para establecer la base que determina las formas de vincularse o las herramientas y resiliencia para desenvolverse y afrontar las situaciones complejas.

Apoyo familiar y social como el mejor factor protector

El rol de la salud mental para el bienestar materno y su maternar, con la influencia en su bebé y la persona que será a futuro, hacen una necesidad vital que aumenten los factores protectores en gestantes y madres, incluso antes al alero de las evidencias de la salud primal.

En este escenario, la especialista en el área y académica UdeC Yolanda Conteras, releva que como un manto protector de la salud y bienestar hay una responsabilidad social compartida y colectiva para generar entornos empáticos y sanos respecto a comprender y atender los cambios, desafíos, vulnerabilidades y necesidades afectivas y sociales de quienes transitan o viven a esta nueva y crítica etapa vital, con tal de que se establezca una base vincular saludable y sólida para niños y niñas.

Y es que tal como expone la psiquiatra y académica UdeC Patricia Rubí, las redes familiares y sociales de apoyo son un tremendo e invaluable factor protector de la salud mental y el bienestar, reduciendo riesgos de que se presenten trastornos del ánimo y también permitiendo que se atiendan de forma oportuna las señales de alerta y controlen los cuadros con sus consecuencias.

Su consejo es que las personas del entorno “entiendan que es una mujer que va a cambiar sus dinámicas y que necesita mayor apoyo, hay que escucharla más, cuidarla y no criticarla, y muchas veces suplirla para que tenga sus tiempos”.

Y afirma que pequeñas ayudas pueden marcar grandes diferencias positivas en beneficio de la salud mental y calidad de vida durante el periodo perinantal y sobre todo puerperio, desde ir a acompañar momentos para conversar y oír sus sentimientos o preocupaciones y malestares sin juzgar, hasta colaborar en tareas domésticas o un tiempo para cuidar al bebé para que la madre pueda dormir y descansar, darse un baño, salir un momento, tener un espacio de ocio.