Chile envejece y lo hace a un ritmo acelerado. Según el Censo 2024, el 14% de la población nacional tiene 65 años de edad o más. En 1992, esa cifra apenas alcanzaba el 6,6%.
Este fenómeno demográfico, que en países desarrollados tomó siglos, en Chile ha ocurrido en apenas unas décadas, generando una serie de tensiones que desafían las políticas públicas, los servicios sociales y, en particular, la infraestructura urbana.
En Concepción, la situación no es ajena. Las calles, veredas, servicios y tecnologías de la capital del Biobío no parecen estar preparadas para la realidad de una población que envejece sin pausa.
Paula Forttes, directora del Área de Envejecimiento de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), advierte que el problema no es sólo demográfico, sino profundamente humano.
“Hay distintas soledades. La soledad relacional, que tiene que ver con el lugar donde se vive y la incapacidad de vincularse, y la soledad emocional, que se profundiza con las pérdidas, como la de una pareja”, explicó.
“Un 11,6% de los hogares en Chile está compuesto sólo por personas mayores, y el 21,8% de los hogares son unipersonales. Muchos de ellos son adultos mayores viviendo solos en casas que les empiezan a sobrar”, agregó.
Pero más allá de las cifras, Forttes plantea una interrogante crítica: “¿Qué significa envejecer dignamente en el lugar donde vivimos? Si nuestras ciudades no están preparadas para los adultos mayores, ¿para quién están diseñadas realmente?”.
Veredas en mal estado y semáforos mudos
Rosa Figueroa, de 77 años y residente de Concepción, sabe bien de qué se habla cuando se cuestiona la seguridad urbana para las personas mayores. “Hace cinco años me fracturé la cadera al caerme en una vereda en mal estado en calle Chacabuco. No he sido la única. Hay muchas veredas levantadas, y caminar por el centro puede ser un peligro”, relata.
Su hermana Susana, de 69 años, sufre un principio de cataratas y se enfrenta a otro problema: “No todos los semáforos tienen sonido para avisar cuándo se puede cruzar. Es un peligro para quienes no vemos bien. Tampoco todas las calles tienen guía podotáctil”.
Ciudades inteligentes para los adultos mayores
Pedro Palominos, director ejecutivo de Smart City Lab, señala que el diseño urbano en Chile ha ignorado sistemáticamente las necesidades de los mayores. “El envejecimiento es un fenómeno mundial, pero parece que todos miran para el lado. Necesitamos buses con accesos bajos, semáforos inteligentes que detecten peatones lentos, aplicaciones con letra grande y sistemas de información amigables para personas mayores”, sostiene.
En Concepción, esas condiciones aún son excepcionales. Un simple recorrido por las principales arterias permite observar semáforos sin señalización sonora, pasos peatonales sin demarcación adecuada y paraderos donde subir o bajar del bus implica un esfuerzo desmedido para alguien con movilidad reducida.
Palominos propone cinco estrategias para revertir esta exclusión: marcos regulatorios tecnológicos inclusivos, incentivos para contratar personas mayores, distritos impositivos que los beneficien, financiamiento privado para iniciativas sobre envejecimiento e involucramiento del sector privado en soluciones urbanas.
El entorno es importante
El director ejecutivo de Sello Mayor, entidad dedicada a realizar diagnósticos integrales, Octavio Vergara, enfatizó que el entorno es clave en cómo envejecemos. “Solo un 30% del envejecimiento está determinado por los genes. Lo demás tiene que ver con cómo vivimos, nuestros ingresos, el trato que recibimos y el entorno que habitamos”.
Para 2030, se espera que 1 de cada 6 habitantes del planeta tenga 60 años o más. En Francia, llegar del 10% al 20% de población sobre 65 años tomó 120 años. En Chile, ese cambio ocurrió en solo 25.
Todo lo anterior se debatió en el diálogo “Envejecimiento poblacional: un desafío mayor para la infraestructura” realizado por el Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI) y la Flacso.