Prensa

Abstención: ¿qué se espera para las elecciones 2017?

TVU
Fotografía: Archivo
Comparte

 

Estamos en las últimas millas de una carrera que se ha venido corriendo a lo largo de todo el año: el próximo 19 de noviembre, Chile escogerá a su próximo presidente o, al menos, a los dos candidatos que disputarán su paso a La Moneda en segunda vuelta. Una elección que no ha estado libre de polémicas, con posturas tan disímiles como los intereses a los cuales representan.

Sin embargo, hay un fantasma que viene rondando este acto de empoderamiento cívico desde hace bastantes años y que -a la larga- es la fuerza que inclina la balanza en última instancia: la abstención.

Durante los últimos años, la tasa de abstención en torno a las elecciones -tanto presidenciales, municipales y parlamentarias- ha dejado en evidencia el descontento de los electores con la clase política, manifestándose en un interés generalizado por el proceso electoral y, lo que es aún más preocupante, por la capacidad de elegir a las personas que llevarán las riendas del país.

La participación electoral en retrospectiva

Es un hecho: el presidente (o la presidenta) de los más de 17 millones de chilenos no es elegido por la mayoría de quienes estamos habilitados para sufragar, y eso es algo que ha condicionado el panorama político durante los últimos años.

Si bien el número de personas que prefieren no ir a sufragar ha ido en aumento sostenido durante los últimos años, el voto voluntario marcó un antes y un después en lo que abstención se refiere. De hecho, una primera mirada a los efectos de esta medida -promulgada el 31 de enero de 2012- pudo obtenerse luego de las municipales de ese mismo año, las primeras elecciones realizadas bajo el voto voluntario y la inscripción automática: para ese entonces, habían más de 13 millones 388 mil personas con derecho a voto. De ellas, poco más de 5 millones votaron, lo que se traduce en una abstención cercana al 60%.

Para dimensionar esa cifra, cabe destacar que para las elecciones presidenciales de 2009 -con un padrón electoral que superaba escasamente los 8 millones de personas y aún con el sistema de voto obligatorio- la tasa de abstención fue de poco más de 12%.

Ad portas de una nueva elección presidencial, con 8 candidatos a sentarse en La Moneda, bien vale la pena dar un vistazo al comportamiento del padrón electoral en la elección de 2013.

En ese entonces, con 9 candidatos disputando las elecciones y con una Michelle Bachellet que corría con fuerza desde el primer minuto, la mandataria se consolidó en segunda vuelta, pero ¿a qué costo? Revisemos:

  • En primera vuelta, la abstención alcanzó un 50,6%. En otras palabras, de un total de 13.573.000 personas habilitadas para sufragar, solo 6.696.229.000 fueron a ejercer su derecho cívico (49,3%).
  • En el balotaje -donde Evelyn Matthei y Michelle Bachellet disputaban el triunfo- solo 5.672.356 fueron a sufragar, es decir, la abstención fue del 58,21%.
  • La segunda vuelta registró un 15,29% menos de participación que la primera.

El bajo nivel de participación ciudadana en las elecciones presidenciales de 2013 es una proyección de las cifras que ya venían dándose en años anteriores: la abstención electoral aumentaba año a año y, aunque la inscripción automática en los registros electorales y el consiguiente voto voluntario fueron pensados para elevar la participación ciudadana, la medida no hizo más que disminuir la masa de electores, esos que -en definitiva- terminan decidiendo el futuro de Chile.

Y claro, el hecho que un presidente sea electo con casi el 60% de abstención no hace más que poner en duda la efectividad del mecanismo electoral, la credibilidad de la clase política y, lo que es peor, expone el sistema democrático a críticas oportunistas que cuestionan su legitimidad.

Elecciones 2017 y el fantasma de la abstención

Mientras el 2013 el padrón electoral estaba constituido por 13.573.000, el Servel lo ha cifrado en 14.308.151 para el presente año, es decir, casi un millón de personas más se suman a quienes tienen el derecho (y deber) de elegir al próximo presidente de Chile. Sin embargo, y a la luz de los hechos, parece inevitable que la abstención vuelva a protagonizar las elecciones.

Archivo

Recientes estudios dan cuenta de un panorama que ya hemos vivido: entre 7.550.000 y 8.500.000 de personas se abstendrán de emitir su voto el próximo 19 de noviembre, es decir, entre un 53% y un 58%. Así, en el mejor de los casos, el próximo presidente de Chile será elegido por poco menos de la mitad de los chilenos… ¿y el resto?

De acuerdo con la encuesta antes citada, la falta de interés está concentrada en el rango etario más joven: de las personas entre 18 y 24 años, 83% de abstendrá de votar. A nivel socioeconómico, se estima una marginación cercana al 62% en los llamados segmentos D y E. ¿Qué se desprende de ello? Si proyectamos las cifras anteriormente expuestas, nuestro próximo presidente (a) obtendrá el triunfo en base a los votos de menos de la mitad del país y que, en su mayoría, no incluye a jóvenes por debajo de los 25 años. Además, la marginación de los estratos socioeconómicos más bajos inclina la balanza enormemente hacia el sector político que, históricamente, se ha constituido su antagonista.

Por otro lado, también es necesario considerar el voto de los chilenos en el extranjero. El Servel, en su última actualización, ha cifrado el padrón electoral residente fuera del país en torno a las 40 mil personas (39.117 para ser más exactos). Si bien se trata de una cifra baja en comparación con el electorado residente en suelo nacional, da cuenta del nivel de participación y compromiso cívico por parte de quienes, pese a no estar acá, quieren participar en el ejercicio de su derecho cívico.

Las elecciones presidenciales entraron en su última recta. Los candidatos y sus equipos han desplegado todo su arsenal para captar a esa masa electoral que aún no elije su carta, pero la tarea más difícil está en motivar a esos millones de chilenos que prefieren abstenerse. Al respecto, es posible especular de muchas formas, pero solo una cosa es cierta: la abstención no hace más que validar el pensamiento de unos pocos. En otras palabras, cuando la tasa de abstención alcanza niveles como los que se esperan para el próximo 19 de noviembre, el presidente (a) electo no es el de todos los chilenos, sino el de una parte que se organizó, aunó voluntades y logró constituirse como mayoría.

Etiquetas